Y esto no parece el fondo | Fútbol | Deportes

Brillante primera parte de jugar a nada del Madrid en el Bernabéu, que consistió en presionar al Celta para que los gallegos corriesen como galgos festivos a la portería de Courtois. Se intentó hacer la presión arriba con resultados tragicómicos. Alguien de la retransmisión contó en el descanso que el problema era que los madridistas presionaban un pase, presionaban dos y luego ya se cansaban. Quién dice “madridistas” dice Mbappé y Vinicius.
Ese fue el entretenimiento de los primeros 45 minutos, ver cómo la presión del Madrid se estrellaba una y otra vez contra su falta de pericia, su desenfrenado sentido psicológico para hacer colapsar al rival en la salida del balón, su fatiga de estrella mundial a la que no le apetece correr detrás de un balón a unas piernas. Eso arriba, porque abajo se corría de más. En uno de esos lances que se dejan jugar para pitar después fuera de juego, Pablo Durán se fue solo a por la portería del Madrid. Es algo habitual: “Acabad la jugada que ya pitamos luego”. Y como la jugada siguió, Militao se fue como un rayo a por Durán para impedirle rematar. Fue una carrera frenética, elástica, velocísima. Y absurda. Podía habérsela ahorrado. Lesión grave de Militao.
No fue la única. Pareció ser víctima de otra, no se sabe de qué alcance, Fran García en la segunda parte. Dos amarillas seguidas, ridículas, que dejaron al Madrid con 10. Ya había marcado un golazo Williot para el Celta con una espuela sutilísima, de pajarita. Y los blancos se pusieron a jugar con uno menos, así que las cosas empezaron a pintar, a la desesperada, un poco mejor. Gradas encendidas, presión salvaje de todos que sale bien e impide al Celta sacar limpio el balón, y algunas ocasiones claras. Un ratito. Está el Madrid como para apadrinarlo.
Partido cien veces visto en el Bernabéu. Hay en el Madrid un caos silencioso que parece emanar del vestuario, de donde sale cada día una idea nueva o directamente por testar, y otro que agita al estadio cuando las cosas se hunden a los blancos. Aunque tenga más fama lo de las remontadas imposibles, aunque a la posteridad blanca pasen las victorias de la heroica y los descuentos, lo cierto es que muchas veces lo que pasa es lo de este domingo. Que el Madrid agita el partido como a una piñata, el Bernabéu arde, y todo eso dura unos diez minutos porque la cosa no cuaja.
No cuaja ni desde los cambios: la vida, el rock&roll, el espíritu de los tiempos, exige a Endrick Felipe Moreira de Sousa en el campo. No se puede permitir a Fran García irse expulsado tontamente y no permitir a Endrick salir al campo a pegar cuatro balonazos a la portería del Celta desde su casa en Brasil. Si caos, caos. Si ya estás con 10 y perdiendo en casa, descolgándote de la Liga, lo que la vida no pide es tener a Rodrygo en el campo, que es como poner a alguien en la ventanilla.
La vida está pidiéndote otra cosa, Xabi. Te estaba pidiendo en la segunda parte la fiebre de descaro del brasileño y avalancha absurda para que sea lo que Dios quiera, si total esta temporada Dios parece que no quiere mucho. Van dos partidos de resurrección que fundan ciclos, Grecia y San Mamés, y dos caídas del caballo tan estrepitosas como deprimentes, porque ni siquiera se va uno para casa habiendo perdido bien, que eso es un arte estupendo. Se va uno a casa tras perder a nada. Y contra un rival, el Celta, que de tener más ganas o más sangre o más puntería, hubiera metido varios más.
Menos mal que el miércoles llega el City, signifique “menos mal” lo que signifique.
