mié. Ago 13th, 2025

Santa Teresa: de las yemas artesanas a la innovación ‘gourmet’ | Pequeños Gigantes | Extras

En el corazón de Ávila, hacia 1860, nacía una pequeña confitería artesana que, con el tiempo, acabaría ocupando un lugar destacado en la tradición gastronómica española. Fundada por Isabelo Sánchez, comenzó llamándose La Dulce Avilesa, aunque pronto adoptó el nombre con el que alcanzaría la fama: La Flor de Castilla.

De su obrador salieron por primera vez las yemas de Santa Teresa, un dulce que se convertiría en emblema de la ciudad. La receta, inalterada desde hace más de 160 años, sigue elaborándose con tres ingredientes: yema de huevo, almíbar con limón y un toque de canela.

Motores de progreso

Del obrador al súper. Santa Teresa ha ido adaptando su catálogo de productos a las nuevas formas de consumo.

Más de 30 años. El membrillo es su producto más consolidado en el mercado nacional y representa el 35% de los ingresos.

Nuevos formatos. Las delicias y lonchas de membrillo, hechas con fruta fresca, ninguna otra empresa las elabora.

La gran apuesta. El ready to eat: las primeras cremas de legumbres refrigeradas y purés listos para calentar en el microondas, que suponen un 13% de la facturación y son ya una de las líneas de mayor crecimiento, un 20%-25% desde 2008. 

Alianzas. El grupo ha cerrado un acuerdo –poco habitual para una pyme– con The Walt Disney Company para lanzar una línea infantil sin azúcar de todos sus productos, con la imagen de la nueva aventura de Lilo & Stitch.

A finales del siglo XX, con los nietos de Isabelo ya al frente y el negocio dando señales de estancamiento, Julián Gil Navarro –abogado, amigo de la familia y amante de la gastronomía–decidía implicarse y reflotar el proyecto con una visión empresarial más moderna. Bajo su impulso, se consolidó la marca, se amplió el catálogo –con el membrillo como nuevo producto estrella– y se profesionalizó la gestión.

Antes de fallecer en 2021, Gil dejó establecido que la empresa debía convertirse en sociedad anónima. Hoy, el 70% del capital está en manos de sus hijas, Rina y Cristina Gil, aunque no participan en la gestión. El 30% restante pertenece a Isabel López, actual CEO, y a su socio Daniel Rubio. Junto al director financiero, Daniel Martínez, forman el equipo ejecutivo.

Destinos al alza

Con cerca de 100 empleados –una plantilla joven y mayoritariamente femenina–, Santa Teresa facturó 15 millones en 2024, prácticamente lo mismo que en 2023, y prevé superar los 16 millones en 2025, un 6,7% más. Unas ventas que se han sustentado principalmente en el mercado nacional, y pese al retroceso en el negocio internacional, única área donde la compañía no está satisfecha con los resultados.

El encarecimiento de materias primas como el tomate o el aceite de oliva virgen extra ha obligado a renunciar a contratos europeos, sobre todo en gazpacho, que era el producto estrella fuera de España. En 2019, las exportaciones suponían un 10% de la facturación; hoy apenas representan del 5% al 7%. “Solo se exportan de forma regular el gazpacho –con menor presencia que antes– y el membrillo, que tiene poca demanda fuera por su escaso arraigo cultural”, explica López.

La antigua confitería de 1860.

Para revertir la tendencia, han reforzado su departamento comercial y colaboran con agentes especializados para abrir nuevos mercados. “Mantenemos destinos como Japón, Australia, Estados Unidos y varios países europeos, pero sabemos que debemos renovar el planteamiento para crecer y recuperar cuotas más ambiciosas”, asegura.

“El plan a futuro pasa por crecer en gran consumo, ampliar nuestra red de retail y aprovechar el potencial del ecommerce, además de reforzar la actividad en servicios. Ya no se trata solo de vender, sino de construir vínculos más profundos con los clientes”, concluye. En 2022, Santa Teresa abrió tres tiendas propias y dos espacios gourmet en Ávila y Madrid para acercar sus productos al público.

Compromiso local

Desde su planta de Ávila, estrenada en 2018 y equipada con la tecnología más avanzada, la firma ha impulsado un modelo sostenible que comienza con su plantilla. “Las personas son lo más importante que tiene Santa Teresa, es nuestra manera de competir”, comenta.

Ese modelo se extiende al Valle del Tiétar, en Lanzahíta, donde mantienen un acuerdo a 25 años con un socio local que cultiva cuatro hectáreas de fruta solo para ellos. También han desarrollado una cerveza con la firma abulense Raíz Cuadrada, que reutiliza residuos del membrillo como alternativa al lúpulo: un ejemplo claro de economía circular.

En paralelo, ha creado un puente entre formación y empleo. Tiene convenios con las universidades de Castilla y León y los centros de FP de Ávila. Solo este año han trabajado con nueve becarios. El objetivo: “Que los jóvenes no tengan que irse para encontrar oportunidades reales en su tierra”, argumenta López.

Isabel López, CEO de Santa Teresa.

Tres nombres marcan la historia de la firma: Isabelo Sánchez, Julián Gil e Isabel López

La evolución de Santa Teresa no se entiende sin quienes marcaron su rumbo en los momentos clave. Desde la receta original hasta la profesionalización actual, la historia del grupo se apoya en decisiones personales impulsadas muchas veces por el contexto y las necesidades de cada etapa.

Isabelo Sánchez fue el verdadero punto de partida. En pleno siglo XIX, no solo creó unas yemas que se convertirían en emblema de Ávila, sino que supo intuir su valor: las registró en la Oficina de Patentes, protegió la receta como un secreto familiar y cimentó una tradición repostera que se ha mantenido intacta más de siglo y medio después.

Ya en el siglo XX, cuando el negocio mostraba signos de agotamiento, Julián Gil Navarro apostó por revitalizarlo. Profesionalizó la gestión, reforzó la identidad de marca y amplió el catálogo sin renunciar al alma artesana. La incorporación del membrillo como nuevo producto clave marcó un punto de inflexión. 

El segundo hito llegó cuando, a partir del año 2000, la empresa se abrió además a la línea de platos preparados, con gran éxito en el mercado nacional. La actual CEO, Isabel López, protagoniza la etapa más reciente. Conoce muy bien la empresa: se incorporó en 1999 y ha pasado por casi todas las áreas esenciales. Asumió la dirección general en 2013 y desde entonces lidera su modernización y crecimiento con una visión enfocada en la sostenibilidad y el desarrollo territorial. Ha impulsado redes de colaboración empresarial en Ávila, entre ellas AvilAgro, que ha presidido hasta hace solo unos meses, y hoy sigue trabajando para fortalecer el tejido agroalimentario local.

Sede actual de Santa Teresa en Ávila.

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