Norbert Rücker (Julius Baer): “Si China es demasiado dura con las tierras raras, podría perder su ventaja en ese ámbito” | Mercados Financieros

Las tierras raras ha sido uno de los platos fuertes de la reunión que han mantenido este jueves en Corea del Sur Donald Trump y Xi Jinping y de la que ha salido una tregua a la tensión comercial que mantienen ambas potencias. El gobierno chino anunció este mes más controles a la exportación de tierras raras y desató la ira de Trump con una amenaza de aranceles por el 130%. Washington y Pekín han ido acercando posturas en los últimos días pero sin duda, las tierras raras son una gran baza negociadora para China, dado que es el país que domina el 69% de su extracción y el 90% de su procesamiento. En su mano tiene, por tanto, una pieza clave para el desarrollo de sectores estratégicos a nivel global como la defensa o la automoción. Pero China tampoco desea romper la baraja, llevando al límite su poderío, según defiende Norbert Rücker, director de investigación económica y Next Generation de Julius Baer.

“China también entiende que si se muestra demasiado dura en algo, perderá rápidamente su ventaja en ese ámbito. Y en un mercado pequeño como el de las tierras raras, solo se necesitan unas pocas minas nuevas, unas pocas refinerías nuevas y la dependencia se rompe. Es importante señalar que hace diez o 15 años la dependencia de China en tierras raras era mayor que hoy”, defiende Rücker en conversación con este periódico. El tamaño del mercado de tierras raras es realmente pequeño, alcanzó apenas los 6.500 millones de dólares en 2024, alrededor de 33 veces menos que el del cobre. “Es un mercado que se mide en miles de kilogramos por mes, no en millones de toneladas por mes”, explica el experto de Julius Baer.

Rücker remite a la disputa que enfrentó a China con Japón por las tierras raras en 2010. En aquel momento, el dominio chino era aún mayor y fue la primera vez que Pekín estableció restricciones a la exportación. “Japón, sin embargo, no sufrió interrupciones en la producción en, por ejemplo, el sector automovilístico, gracias al almacenamiento, a la sustitución, el contrabando… Y a partir de entonces Malasia se convirtió en un refinador de tierras raras. Y Australia, en uno de los mayores países mineros. En China son muy conscientes de ello”.

Muy lejos aún de China, se estima que Australia posee el 6% de las reservas mundiales de tierras raras y una cuota del 3% en su extracción, porcentajes que en el caso de EE UU son del 2% y el 12%, respectivamente, según datos de Goldman Sachs. Así, la estadounidense MP Materials y la australiana Lynas Rare Earths —con una planta de refinado en Malasia— son los dos únicos referentes claros de mineras occidentales que en la actualidad realizan labores de extracción y procesamiento de tierras raras. A ellas se suman un puñado de mineras australianas aún en una fase inicial de prospección.

En los días previos a su encuentro con Xi Jinping, Trump ha firmado un acuerdo con el gobierno australiano por el que los dos países invertirán cada uno 1.000 millones de dólares durante los próximos seis meses en proyectos de minería y procesamiento y una alianza de cooperación sobre tierras raras con Japón. Rücker reconoce que estos materiales son “una herramienta, una moneda de cambio” para China en sus negociaciones comerciales con EE UU sobre la que podría llegar a endurecer su posición. “Podría hacerlo, pero entiende que a largo plazo no le beneficia. Pekín piensa en planes quinquenales, no en mandatos electorales de dos años. Podría, sí, pero no lo está haciendo. Simplemente ha añadido más papeleo, no ha añadido ninguna cuota”.

El experto de Julius Baer defiende que lo anunciado en octubre por China —más controles a la exportación de tierras raras aunque sin cuotas ni vetos— podría tener un impacto similar al observado a principios de este año: la burocracia retrasó algunos envíos durante un mes, pero a lo largo del verano, las exportaciones chinas se recuperaron. “Es probable que China sea muy consciente de que este comercio conlleva dependencias bilaterales. Dada la situación económica interna, la industria china necesita las exportaciones para generar flujo de caja”, añade Rücker. En su opinión, no debería sorprender que esta ampliación de los controles a la exportación de tierras raras por parte de China se produzca en las próximas semanas. “La aplicación está prevista para principios de noviembre. Incluso si no hay acuerdo con EE UU, si se amplía el horizonte temporal, creo que ambas partes quieren llegar a algún tipo de pacto durante el próximo mes”, añade el analista.

¿Y la Unión Europea? ¿Qué opciones tiene rebajar su dependencia de las tierras raras de China? Su capacidad ahora es mínima, de apenas el 4,4% de la producción global de imanes de tierras raras —esenciales para la defensa y la transición energética—, contando con la capacidad de producción a futuro. Nada que ver con el 79,7% de China o el 9,9% de EE UU. Rücker alude al ejemplo de Zimbabue, con una actividad de minería de tierras raras creciente en los últimos años, que envía a China para su refinado. “China domina la minería hasta cierto punto, pero domina aún más el refinado. Por lo tanto, este tipo de productos también podrían enviarse a Europa para su posterior refinado y producción, y luego para la fabricación de imanes, sea cual sea el producto final. No se necesitan minas en Europa”, concluye Rücker.

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