Katie Ledecky, campeona mundial de 800 de punta a punta en la mejor final del siglo | Deportes

Dicen que los purasangre con corazón de campeón ganan desde el primer metro al último. Como el gran Secetariat. Así ganó Katie Ledecky su primer 800 en unos Juegos Olímpicos, en 2012, con 15 años. Así ganó este sábado su séptima final de 800 en unos campeonatos mundiales. Con una exhibición de bravura. Sin especular. Sin dejarse intimidar. Y tenía motivos para temer lo impensable: perder por primera vez una gran carrera de 800 después de 13 años de imbatibilidad.
Más hostigada que nunca, Ledecky se encontró perseguida desde la primera brazada por dos retadoras capaces de igualarla en tiempos. La canadiense Summer McIntosh, la nadadora más completa del planeta; y la australiana Lani Pallister, se pusieron en su estela como sabuesos. Durante 700 metros nadaron a ritmo de récord del mundo. Clavando brazadas y parciales. Primera Ledecky, segunda Pallister, tercera McIntosh. Imprimían una cadencia arrasadora. Física y, sobre todo, mentalmente. Ledecky asumió toda la carga: nadando en cabeza, hizo el desgaste mayor. En su estela, en su ola, se subieron las otras dos contendientes para ahorrar energía. Como en el ciclismo, la dinámica de fluidos condiciona de manera determinante el gasto energético de cada miembro del pelotón, según la posición que ocupe. Ledecky decidió no ceder ni un centímetro: le dio igual comerse toda el agua. Fue el casco del buque porque desde ahí se hizo moralmente fuerte.
Pasado el viraje del 650, Fred Vergnoux, el entrenador de McIntosh, le hizo señas corriendo con aspavientos desde el borde de la piscina: era el momento de atacar. La canadiense, de 18 años, aceleró. Movilizó sus pies con dos ciclos de patada por brazada, un motor que soo ella tiene. Durante unos metros, 20 tal vez, se puso por delante. Pero a falta de un largo y medio Ledecky picó piernas también. Se agarró al agua como si le fuera la vida. Fue una demostración de poderío y de orgullo difícil de ver. Solo ese instante convirtió a la final de 800 libre de Singapur en una de las carreras más memorables de la historia de la natación
Ledecky tocó la última placa en 8 minutos 5,82 segundos. Por encima de su récord de mayo, de 8m 4,12s. Pallister la siguió en 8m 5,98s. Retrasada, desfondada, frustrada por la presión que ella misma se autoimpuso, y dos segundos más lenta que su tiempo en los trials de Canadá, llegó McIntosh: 8m 7,29s.
“Summer y Lani me lo han puesto muy difícil”, dijo Ledecky, exhausta, casi sin aire, doblada del dolor, cuando la animadora le puso el micrófono, al salir de la piscina. “Afortunadamente mis piernas me respondieron en el último 100″.
“Intenté disfrutar lo máximo que podía”, confesó la ganadora. “En este momento de mi carrera, ya no tenía miedo de perder”.
Ledecky se abrazó a Pallister, apenas concluyó la prueba. La australiana y la estadounidense se felicitaron metidas en el agua hasta el cuello, con la corchera de por medio. Cuando Ledecky se volvió para felicitar a McIntosh, la canadiense no se giró. Permaneció con la frente contra la pared, inmóvil, clavando la mirada en el vacío.
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