
En una etapa de la Vuelta a España sin incidentes, Pellizzari alza los brazos | Ciclismo | Deportes
Antes de que se cerraran las calles para que los autocares de los equipos de la Vuelta aparcaran en El Barco de Valdeorras, varios ramilletes de policías y guardias ya vigilaban la zona. “Esperamos que la etapa de hoy sea más tranquila porque nos hemos reforzado todavía más, pero si estamos aquí es por algo”, contaba un Guardia Civil pertrechado con un par de armas que asustaban, por más que su discurso fuera de lo más amable. Lo decía porque ya les han advertido que habría dos manifestaciones en la salida. Una protesta por los bosques quemados, tragedia que todavía asola a una región que con la lluvia destila olor a chamuscado, montañas negras y peladas, tristeza por lo que un día fue; y otra a escasos metros de la partida, esta en favor de Palestina y contra el genocidio israelí en Gaza, focalizados en tratar de expulsar de la competición al equipo Israel-Premier Tech. Pero, por una vez, la cosa no pasó a mayores. Alivio, que no relajación porque, señalaba otro policía, ya les habían advertido que podía haber más marejada por delante. Además, claro, de las inclemencias temporales, pues en el Alto de El Morredero se daban rachas de viento de más de 50 km/h, índices exagerados que no permitirían el rodar normal del ciclista. “Nada, nos han dicho que llegaremos al final, que cuando lleguemos habrá amainado”, explicaba un director deportivo de uno de los equipos que lucha por la general. Y así fue, al final victorioso un Pellizzari que se come el mundo a bocados, joven y con motor, escalador de futuro brillante. Por detrás, Vingegaard y Almeida, que apenas tienen fuerzas, que ya se les ve las costuras.
La lucha por el oro, sin embargo, poco importa a los cazaetapas, protagonistas de las fugas, aventuras homéricas. Así, tras varias intentonas, se fraguó un grupo de 12 corredores – Rivera (Ineos), Mihkels (EF), Tiberi (Bahrain), Tejada (Astana), Joel Nicolau (Caja Rural), Gamper (Jayco), Lozouet (Arkéa), Sami Tercio (Cofidis), Van Boven (Interchaché), Leemreize y Roosen (PostNL) y Gregaard (Lotto)- que, con respeto, miró hacia arriba porque la etapa, después de varios tramos de desnivel que son verdaderos rompepiernas, concluiría en alto, nueve kilómetros con una pendiente media de 9,7% y rampas de hasta el 16%. Pero ninguno llegó en solitario a las faldas del puerto, ya fagocitados por un pelotón liderado por Bora, que, preocupado por meter a Hindley en el tercer cajón del podio —quién sabe si algo más—, se encargó de poner ritmo: castigo para los más débiles, que desmigaban al pelotón, resuello tras resuello; y erosión para las piernas de los más fuertes. Suficiente para hacer la selección natural darwiniana. El relevo lo cogió Visma, que quería catapultar a Vingegaard para dejar en la estacada a Almeida, su aliento en el cogote. Pero las cosas no están para florituras.
Resulta que Vingegaard no tiene piernas ni pulmones en esta Vuelta, pues ya no se puede esconder, incapaz de atacar desde que lo hiciera en Valdezcaray, siempre a rebufo del resto, capaz, en cualquier caso, de aguantar el ritmo. Y con eso le vale para ser todavía el mejor, ahora a 50 segundos de Almeida. Pero El Morredero fue otro ejemplo de que corre para sobrevivir y no para rasgar. Carretera estrecha y retorcida, curvas reviradas, muro de asfalto, montañas en lágrimas porque el fuego devastó sus árboles, piernas para qué os quiero. Pero, de repente… “¡Despacio, despacio!”, indicaban desde la organización antes de tomar una curva. Aunque, por una vez, no era por una manifestación ni nada parecido, sino porque una moto de la Guardia Civil había tenido un accidente. Superado el susto, los gregarios de oro del Visma, Jorgenson y Kuss, siguieron moviendo el molinillo, o el motor, porque el ritmo era abrasador. Y lograron dejar a Almeida sin compinches.
Cosa que apreció Hindley, que, a falta de seis kilómetros, lanzó su órdago, un ataque fiero que solo pudieron aguantar Vingegaard, Pidcock y Riccitello, al tiempo que Almeida sudaba ríos. Pero el portugués es un diésel, un escalador que no pega latigazos, sino que pone su ritmo. Y su adiós siempre es un hasta luego. Por lo que volvió a engancharse a la crème de la crème. Y aunque Hindley persistió en sus ataques, el bueno, el definitivo, fue de Pellizzari, que sacó humo de las ruedas a falta de 3,5 kilómetros para ver al resto por el retrovisor, un ya nos veremos en la meta, que por algo le aguardaba su primer triunfo como profesional. Por detrás, Vingegaard no se mostró como tampoco lo hizo Almeida, así que Pidcock se marcó un sprint final para cerrar la etapa en segundo lugar, ya por delante del combativo Hindley. “No ha sido mi mejor etapa, pero no perder tiempo en un mal día es un buen resultado, puedo estar contento por cómo ha ido. Ahora toca la contrarreloj y espero dar lo mejor de mí, y veremos si es suficiente el margen que tengo”, convino Vingegaard.
En una etapa en la que ondearon las banderas de Palestina de forma pacífica, los ciclistas dignificaron su profesión sobre la bici y en la montaña, etapa de deleite deportivo. Pero con eso no bastó para ver cambios al frente de la tabla, cuando ya solo queda una contrarreloj en Valladolid —donde nadie se puede esconder—, una etapa de orografía sencilla en Guijuelo y una última ascensión a la Bola del Mundo, juez final. Y, por lo visto, aunque anden escasos de gasolina, la Vuelta es cosa de dos: de Vingegaard y Almeida.
Etapas
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15 A Veiga/Vegadeo – Monforte de Lemos
Mads Pedersen
LTK
167 Km
Dom. 07-Septiembre
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16 Poio – Mos Castro de Herville
Egan Bernal
IGD
167 Km
Mar. 09-Septiembre
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17 O Barco de Valdeorras – Alto de El Morredero
Giulio Pellizzari
RBH
143 Km
Mié. 10-Septiembre
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18 Valladolid – Valladolid
27 Km
Jue. 11-Septiembre
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19 Rueda – Guijuelo
161 Km
Vie. 12-Septiembre