Dos realidades y una frustración | Editoriales | Opinión
La caída en falso de la primera piedra que el Gobierno de coalición pretendía colocar en el Congreso para aprobar la reducción de la jornada laboral a 37 horas y media sin recorte salarial evidencia, una vez más, la disonancia que existe entre la realidad que cohabita entre los pasillos y las salas del Congreso y la que se extiende más allá de sus fronteras. La contracción del tiempo de trabajo es, según defienden el PSOE y Sumar, una demanda “con amplio consenso social” entre todas las capas de la sociedad, y, por ende, entre la mayoría de los votantes de todos los partidos. Sin embargo, la traslación de ese anhelo a la representatividad parlamentaria nuevamente muestra que, en estos momentos, son más quienes han entregado su confianza a aquellas formaciones que no secundan la rebaja, frente a las que sí.
En el subtexto del supuesto consenso colectivo se aloja también la defensa de que la propuesta de acabar por ley con la anquilosada jornada máxima de 40 horas ha sido expuesta y debatida ampliamente en el seno del diálogo social. Algo que es cierto. Sin embargo, aquellos once meses de negociación terminaron con el único apoyo de los sindicatos y el rechazo frontal de una patronal cuya capilaridad política ha llevado a que partidos como Junts, comodín de la autodenominada mayoría progresista, haya decidido de nuevo torcer la voluntad de un Gobierno que ayudó a construir a cambio de cuitas mayores que han resultado finalmente más relevantes.
Con el rechazo al proyecto de ley para contraer el tiempo de trabajo se corrige para la derecha el fracaso de haber aupado involuntariamente la reforma laboral de 2021 tras el error del exdiputado popular Alberto Casero. Un episodio que, pese a su desenlace, parece no haber calado suficientemente en el subconsciente del Gobierno, que ha vuelto a abanderar una causa justa y ampliamente reclamada por la sociedad sin las garantías políticas suficientes para poder llevarla a cabo. Preludio de un fiasco que solo puede ampliar la frustración de aquellos (que son muchos) que demandan una mejora de sus condiciones laborales en un momento de pujanza económica contrastada.
El parapeto del endurecimiento del registro horario, por más que confronte el abuso que se produce en muchas empresas con las horas extraordinarias no remuneradas, no empuja lo suficiente ese vendaval transformador que prometía el recorte de la jornada laboral. Dice Trabajo en boca de quien dirige el departamento, Yolanda Díaz, que volverá a iniciar los trámites para llevar a cabo esta promesa electoral, la más relevante para la legislatura. Bien haría en no repetir los errores del pasado. Los dos.
