Dembélé, el futbolista distraído que puede convertise en el Balón de Oro más deseado por Francia | Fútbol | Deportes

“Llegaba a los entrenamientos sin decir una palabra”, recuerda Thomas Tuchel. “Se cruzaba conmigo y no me daba ni los buenos días. Era como si nunca hubiera aprendido a socializar. Pero se ponía a jugar y tenía todo. Regate, imaginación, velocidad, visión, pase, gol… ¡Ahí había un Balón de Oro!”.

En 2016, Thomas Tuchel tuvo una corazonada cuando vio a ese chico misterioso de 19 años que acababa de llegar al Borussia Dortmund procedente del Stade Rennais. Hijo de inmigrantes de Senegal y Mauritania afincados en la Normandía, era tan tímido que no se atrevía a pronunciar ni una palabra, y mucho menos en inglés o alemán. Una década más tarde, media Francia desea verle convertido en el primer Balón de Oro francés de la historia que consigue el título jugando en un club francés después de Jean-Pierre Papin, que levantó la Copa de Europa con el Olympique de Marsella en 1991.

“¡Ousmane Ballon d’Or! ¡Ousmane Ballon d’Or…!”, cataban los aficionados apostados en la grada de Roland-Garros, el día que Dembélé apareció en la pista central a ofrecerles la Copa de Europa que acababa de lograr con el PSG, el pasado junio. Marquinhos, el capitán del equipo, acababa de poner de moda el estribillo en la fiesta de los Campos Elíseos, para vergüenza del interpelado. A diferencia de otros cazadores de récords y de títulos individuales, Dembélé siempre trató su condición de estrella con una indolencia y una aparente falta de ambición que causaba risa a sus compañeros. Al punto que hasta Vitinha, el otro candidato del PSG, renunció públicamente a la condecoración: “¡Que se lo den a Dembélé!“.

Dembélé no se lo creía. Corría la primera semana de junio y acababa de ser nombrado mejor jugador de la última edición de la Champions después de convertirse en el futbolista más decisivo de la historia del PSG en una temporada de competición europea (ocho goles y seis asistencias) marcada por la belleza del juego colectivo desplegado por el equipo que dirige Luis Enrique. Por el camino había derribado al City, al Liverpool, al Arsenal y al Aston Villa, escalones de una dificultad sin igual en el cuadro de la última edición. Lo más lógico fue que la revista France Football, organizadora de la votación, le preguntara si quería ganar el Balón de Oro. Él respondió con su natural estupor: “¡Espero estar entre los 30 nominados!”. Nunca antes entró en la lista.

Luis Enrique bromea con Vitinha y Dembélé tras ganar la final de la Champions.

Este lunes se cierra la votación y según los primeros sondeos, Dembélé, Vitinha y Lamine Yamal son los candidatos más votados. En París no hay dudas. El seleccionador, Didier Deschamps, ya se pronunció, en detrimento de Mbappé. El futbolista más popular de la República es el que más simpatía inspira entre colegas y aficionados, quizá porque él es el primero que no se toma muy en serio su condición de figura. Su éxito instantáneo en las redes sociales fue involuntario. Sin pretenderlo, porque rehúye de la celebridad, los vídeos grabados accidentalmente sobre sus andanzas causan furor desde que jugaba en Rennes y un reportero de televisión, curioso ante la habilidad que mostraba con las dos piernas, le preguntó si era zurdo o diestro. “Soy zurdo”, dijo, “pero uso la pierna derecha porque me encanta”.

Acababa de ganar la Copa del Mundo en Moscú y un compañero con un móvil le grabó mientras se le veía concentrado sobre un ordenador portátil, en el asiento del avión que llevaba de vuelta a la selección a París. “Estoy jugando al Football Manager”, dijo, con ese aire entre distraído y atormentado que proyecta su mirada brillante y su léxico errático. “Quiero llevar al Winchester FC a lo más alto. ¡Pero yo no soy un hombre de negocios!”.

La salida de Kylian Mbappé del PSG en el verano pasado, le abrió las puertas hacia el gol y hacia la economización del juego. Quizás para evitar esos episodios que tantas veces le descubrían conduciendo el balón en busca de soluciones cada vez más inconcebibles en el extremo izquierda, Luis Enrique le recalificó como delantero centro y simplificó sus referencias. “Los esfuerzos de un nueve no son los mismos que en la banda”, explicó Dembélé. “Cuando llegas delante de la portería estás más fresco. Muchas veces no tienes más que finalizar. Hacer el tap-in, empujarla a un toque. Cuando recibes el balón en el eje de la cancha solo tienes que eliminar uno o dos jugadores antes de rematar o asistir. En la banda tienes que rebasar al lateral que te marca, al pivote, al central… Cuando llegas al área ya no tienes esa lucidez. En el medio es mucho más fácil. Sobre todo, cuando el equipo juega bien colectivamente y tus compañeros te ayudan”.

Mejora de la dieta y los hábitos de cuidado personal

Dembélé explicó con modestia sus cifras monumentales: 35 goles y 16 asistencias en 53 partidos en todas las competiciones disputadas el curso pasado. Sin Vitinha, sin Neves, sin Fabián y sin Kvaratskhelia, administradores superlativos del fútbol del PSG, la explosión no habría tenido impacto. Él lo reconoce del mismo modo que admite que su paso por el Barcelona, entre 2017 y 2023, le sirvió para aprender a cuidarse. “Me volví más profesional en la dieta, en mi vida”, dice. Comprendió que si empeñaba las horas que debía dedicar al sueño a apoltronarse en el sofá de su casa comiendo pizza, consumiendo juegos electrónicos y sumergido en Youtube compulsivamente (“veo documentales de dictadores y de la Segunda Guerra Mundial”, dijo) sus lesiones musculares se cronificarían. Desde París revelan un detalle: cuando contrajo matrimonio, hace dos años, su vida de adolescente descuidado se interrumpió. “Se dejó bigote”, dice Javier Pietro-Santos, editor jefe de la revista So Foot, “y yo no sé si fue coincidencia, pero su vida cambió. Maduró. Pero en el campo es alegría, nadie sabe lo que va a hacer, y tampoco él. Es inestable, es impredecible, es gracioso, no es calculador. Este espíritu desprendido le hizo ganar puestos en el ránking de los franceses más queridos de Francia”.

A sus 28 años, con la madurez espiritual, alcanzó la plenitud física. Como dijo Ramón Planes, el que fuera director deportivo del Barcelona: “Dembélé necesita entrenar mucho porque es un superatleta. Es un Ferrari; si no lo pones muy a punto, se rompe”.

Raymond Kopa en 1958, Michel Platini en 1983, 1984 y 1985, Papin en 1991 y Zidane en 1998 le preceden. Con un poco de suerte, el elegido del pueblo de París puede convertirse en el Balón de Oro más inesperado.

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