Bonos catástrofe, el activo ajeno al ‘huracán’ Trump que renta este año más del 5% | Mercados Financieros
Por sorprendente que parezca, hay un activo al que este año no le afecta en absoluto la arrolladora política económica de Donald Trump y al que le quedan muy lejos las previsiones de tipos de interés de la Reserva Federal. Son los bonos catástrofe, aquellos que emiten las aseguradoras y reaseguradoras para cubrir los riesgos por desastres naturales. Su rentabilidad en lo que va de año supera el 5% y en los últimos 12 meses llega a alcanzar el 14%, un rendimiento que despierta el interés de numerosos gestores que ven en estos bonos una fórmula con la que desmarcarse de la tendencia dominante del mercado, aunque no exenta de riesgos. Quizá el mayor de ellos sean unos fenómenos naturales cada vez más devastadores y que están desafiando los modelos de estimación de pérdidas con los que trabaja el sector. Los bonos catástrofe afrontan también un riesgo regulatorio en Europa que podría expulsarles de los fondos de inversión con la etiqueta UCIT de la UE, destinada a proteger a los inversores minoristas.
Los bonos catástrofe (cat bonds como se los conoce en la jerga financiera) no son unos recién llegados a la industria financiera; surgieron a finales de los años 90, si bien están tomando un fuerte impulso derivado en gran parte de la necesidad de la industria reaseguradora de cubrirse ante las cada vez más cuantiosas pérdidas por desastres naturales. Con la emisión de estos bonos, aseguradoras y reaseguradoras obtienen los recursos para afrontar indemnizaciones, al tiempo que traspasan a sus compradores el riesgo que asumen en su actividad. El inversor recibe un cupón anual a cambio —a menudo más elevado que el de la renta fija tradicional—, aunque también puede perder dinero si no se cumplen las previsiones de la aseguradora que emite el bono. Es decir, las pérdidas para los bonistas llegarán si el desastre natural causa unos daños superiores a los calculados, ya que la compañía de seguros deberá asumir costes mayores.
“En lugar de verse afectados por la política monetaria, la inflación o los tipos de interés, los retornos de los cat bonds dependen principalmente de la incidencia de desastres naturales y de cómo las aseguradoras valoran la cobertura frente a esos riesgos“, explica Leonardo Fernández, director general para Iberia de Schroders. Y el hecho de no estar influidos por la política monetaria o la inflación les permite mostrar, añade Fernández, “un comportamiento sólido durante episodios de máxima volatilidad, sirviendo de cobertura frente a las turbulencias de renta variable y renta fija tal”.
Los inversores están apreciando cada vez más esas cualidades aislantes de los bonos catástrofes frente a la volatilidad reinante en el mercado, según muestra el volumen de emisiones en el año y el total acumulado ya por este producto. La agencia de rating Moody’s destaca el fuerte crecimiento del mercado de bonos catástrofe en 2025: hasta finales de agosto las emisiones de estos bonos han alcanzado los 18.400 millones de dólares, en 87 operaciones, superando ya el récord del conjunto de 2024, en los 17.700 millones de dólares. Su previsión es que el volumen total de emisiones de estos bonos alcance los 20.000 millones a finales de año, hasta un volumen total en circulación que rondará los 60.000 millones de dólares.
Según Aon Securities, el rendimiento de los bonos catástrofe en los últimos 12 meses —al cierre del primer semestre— alcanzó el 14,1%. Y el índice de bonos catastróficos globales que elabora la reaseguradora alemana Swiss Re muestra una rentabilidad del 7% este año. Miguel Ángel García, director de inversiones de Diaphanum, señala que el rendimiento en lo que va de año “oscila entre el 5% y el 7%” y reivindica el papel de estos bonos a la hora de diversificar la cartera. “Su virtud es que están descorrelacionados del mercado. Dentro de los activos alternativos dan un retorno razonable con una volatilidad baja”, explica. En su opinión, son una opción interesante a la que destinar entre un 3% y un 5% de la cartera.
La apuesta de los gestores por los bonos catástrofe se canaliza habitualmente a través de fondos de inversión. Un ejemplo es el fondo Twelve Cat Bond, que invierte en bonos catástrofe y arroja una rentabilidad en el año del 5,4% este año y del 9% en los últimos doce meses; o el fondo GAM Star Cat Bond, que renta el 5% en el año y el 9% en el último ejercicio. Sin embargo, esta fórmula de inversión a través de fondos ahora está bajo el escrutinio de los reguladores y podría verse sujeta a importantes cambios.
La ESMA, el regulador del mercado financiero Europeo, dictaminó el pasado junio que los bonos catastróficos no deberían estar incluidos en los fondos de inversión que se distribuyen en la UE bajo la etiqueta UCIT y que avala que se trate de vehículos seguros, transparentes y líquidos, con una información clara que proteja a los inversores minoristas. Para la ESMA, los bonos catastróficos son demasiado complejos, ante lo que será la Comisión Europea quien tendrá que decidir ahora si acepta o rechaza las directrices del regulador del mercado. Lo cierto es que los bonos catastróficos no tienen liquidez diaria, permiten solo tres salidas al mes, según explican en Diaphanum. Y el producto afronta además el reto común a las aseguradoras y reaseguradoras de unas catástrofes naturales cuyos efectos son cada vez más difíciles de predecir.
En Standard & Poor’s apuntan que en 2024 las pérdidas por catástrofes naturales superaron los 145.000 millones de dólares, en el que fue el sexto año más costoso de la historia. Sin embargo, el número de impagos en el mercado de bonos catastróficos estuvo por debajo de la media. Los impagos más recientes han sido el de la reaseguradora Mariah Re y el de MultiCat Mexico. Para 2025 la agencia calcula que las pérdidas por catástrofes naturales alcanzarán los 137.000 millones de dólares, más o menos en línea con el año anterior. “Los efectos de otro año de pérdidas aseguradas significativas en el sector de los reaseguros son inciertos. Sin embargo, observamos que el 50% de los presupuestos anuales para catástrofes de las reaseguradoras previstos para 2025 siguen intactos”, concluyen en S&P.
