Las superbacterias ganan terreno sin antibióticos a la vista | Ciencia y salud | Extras
La resistencia bacteriana a los antibióticos es una de las mayores amenazas para la salud pública global. Solo en Europa, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que la cifra de muertes anuales atribuibles directamente a las llamadas superbacterias asciende a 133.000, y que unos 541.000 fallecimientos están vinculados indirectamente a ellas, con un coste económico de 11.700 millones de euros.
Un informe de 2023 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente pintaba un panorama aún más sombrío: de no revertirse la situación, las infecciones multirresistentes podrían causar unos 10 millones de decesos en el mundo en 2050.
En España, las cifras varían según las fuentes, pero un estudio de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología (SEIMC), publicado hace unos meses en la revista The Lancet Regional Health–Europe, y en el que participaron 130 hospitales, causó gran preocupación al concluir que en 2023 más de 173.000 personas fueron diagnosticadas en el país con infecciones resistentes, y que unas 24.582 fallecieron durante los 30 días posteriores a recibir el diagnóstico. De acuerdo con otro estudio publicado el año pasado en el European Journal of Health Economics, el impacto económico de la resistencia a los antibióticos en España asciende a los 338,6 millones de euros anuales.
Las infecciones multirresistentes causan más de 24.500 decesos en España, según la SEIMC
Sin embargo, a pesar de la alarma que el tema ha generado en la sociedad, los expertos coinciden en que la situación sigue empeorando aún con la bajada de casos en UCI. “Los indicadores que tenemos es que los objetivos de reducción para el año 2030 -establecidos por la OMS-, no se están cumpliendo, al menos en España. Lo cual significa que tenemos que seguir trabajando en reducir la resistencia antimicrobiana”, señala Rafal Cantón, presidente de la SEIMC y jefe de Servicio de Microbiología del Hospital Universitario Ramón y Cajal.
Además, cada vez hay más infecciones multirresistentes fuera del entorno hospitalario, advierte Bruno González-Zorn, director de la Unidad de Resistencia a los Antibióticos de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Mientras que antes se veía sobre todo en pacientes inmunodeprimidos o ancianos, “cada vez estamos viendo más gente joven con una sepsis”, afirma.
Otro de los aspectos preocupantes, señala González-Zorn, es que “no hemos descubierto nuevas familias de antibióticos en más de 30 años”, dice. Esto se debe, en parte, a la falta de incentivos y a la poca rentabilidad de desarrollar y producir estos fármacos, explica. “La I+D de antibióticos es un proceso altamente costoso, arriesgado y sujeto a una elevada tasa de fracaso”, explica Arantxa Sancho, directora del Departamento de Asuntos Médico-Científicos de Farmaindustria.
La colaboración público-privada es clave para impulsar la I+D en el área
Desde la farmacéutica MSD subrayan que es necesario “adoptar un enfoque de colaboración público-privada”, que se traduzca en “incentivos y apoyo a la labor investigadora, así como en nuevos modelos de financiación”. Algo que ya están explorando países como Reino Unido, Suecia o Francia, y también la propia Unión Europea.
Paralelamente, la ciencia está trabajando en varias líneas de investigación alternativas, aunque aún incipientes, como el uso de fagos, que son virus que infectan a las bacterias. Pero la dificultad, indica Álvaro Millán, investigador del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), radica en que las bacterias evolucionan muy rápido, desarrollando nuevas resistencias, lo que obliga a una carrera sempiterna para llegar a tiempo. Por eso, sostiene que la solución vendrá probablemente de “combinar muchas opciones terapéuticas”.
Y, también, apostando por la prevención, incide. Sobre todo, mediante la reducción del uso excesivo de antibióticos. Y a través de la implantación de enfoques como el de One Health, que abordan el problema de la salud de las personas, los animales y el entorno de manera integral, de sistemas de vigilancia, de mayor inversión en investigación y de programas de reducción de infecciones. Es el caso del proyecto Resistencia Zero, del Sistema Nacional de Salud, que ha conseguido reducir el porcentaje de pacientes que adquieren la infección resistente durante la estancia en la UCI del 3,21% en 2022 al 1,7% en 2024.
“El programa empezó en 2013, se hicieron muchas intervenciones y se logró un descenso importante de las bacterias multirresistentes que se adquirían en la UCI. Pero cuando llegó la pandemia, eso cambió”, explica José Garnacho, coordinador del programa y presidente de la Sociedad Española de Medicina Intensiva (SEMICYUC). La avalancha de pacientes provocó un incremento en la tasa de colonización y de infecciones por bacterias muy resistentes, pero el proyecto Resistencia Zero ha conseguido reducirlas a números prepandémicos.
No obstante, Garnacho, quien también es jefe de Sección de la Unidad Clínica del Servicio de Medicina Intensiva del Hospital Universitario Virgen del Rocío, puntualiza que, aunque las infecciones se han reducido en la UCI, el porcentaje de pacientes que llegan a los servicios de medicina intensiva ya con colonización o infección por bacteria resistente ha aumentado del 3,28% al 3,5% entre 2022 y 2024, lo cual apunta a una mayor proliferación de las bacterias multirresistentes. Por eso, el especialista exhorta a redoblar esfuerzos en las tareas de prevención y en el desarrollo de nuevos antibióticos.
